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domingo, 15 de diciembre de 2019

Carrera por Montaña Matallana de Torio 2019

Doce meses después me encuentro exactamente en el mismo lugar donde dispute mi último trail. 365 días donde yo no he echado de menos las carreras por montaña y ellas tampoco me han echado de menos a mi. Y aquí estamos de nuevo en Robles de la Valcueva  con un dorsal en el pecho, y es que está prueba que no es la más larga, ni la más bonita, ni mucho menos  la más mediática, es sin embargo muy especial para mi. Justo antes de arrancar  me doy cuenta de que ni siquiera me he acordado de cargar la batería del viejo garmin, por lo que hoy correré "ciego", sin referencias de ritmo, distancia o altitud. Volvemos al origen de todo, a la vieja escuela de mi lejana juventud, a correr olvidándome del tiempo y guiándome únicamente por sensaciones. 

La persistente lluvia que ha arreciado toda la noche nos da un respiro en la salida, no obstante pese a la tregua metereológica pronto constato que nos vamos a aburrir de pisar barro, tanto que si tuviese que apostar a caballo ganador en un duelo entre entre Kilian Jornet y Shrek, me quedaría con este último por correr en casa. Primera subida al alto del Calero y primer calentón. En la era de los motores híbridos y los vehículos eléctricos,  sigo siendo una pesada maquina de vapor que necesita consumir grandes cantidades de carbón para mover semejante tonelaje. Coronamos, llaneamos por un sendero entre escobas y nos adentramos en la pradería del valle de Valdesalinas, al final del cual se encuentra la peña donde otrora se levantó una antigua  ermita. Bajando de la misma nos desviamos ligeramente del trazado original  siguiendo la estela de un corredor que nos precede, bordeamos la colina  para evitar un tramo peligroso de apenas 20-30 metros donde la organización ha puesto una cuerda, mientras  desde arriba una corredora nos recrimina nuestra actitud. No buscamos atajar, ni ganar tiempo, sencillamente después de muchos meses alejado de la montaña no tengo ni la confianza, ni la preparación física, ni las ganas de afrontar un descenso técnico que me podría suponer una lesión que en este momento no me puedo permitir. La paradoja es que al llegar abajo nos encontramos con que esta comenzando el descenso un pequeño corredor madrileño de 9 años que viene realizando el recorrido en solitario y con el que ya hemos coincidido en un tramo previo, así que Cañi de avanzadilla y yo a su rueda, decidimos ascender parte de la resbaladiza y complicada pendiente para ayudarle a bajar  minimizando el riesgo de accidente. Llegados a este punto quizás sea el momento de realizar una pequeña reflexión. Partiendo de la premisa de que a  la persona que nos recrimino por salirnos del trazado le ampara la normativa, creo que a nivel general estamos compitiendo muy por encima de nuestras posibilidades, y en ocasiones olvidamos  la esencia última de este deporte. Al final  acabamos priorizando el anecdótico hecho de  defender una posición 123, 237 o 324 en una humilde carrera de pueblo, y olvidamos  ayudar al corredor que llevamos a nuestro lado, esencia ultima de un deporte donde la cooperación es cuando menos tan importante como la propia competición.

 Parada rápida en el primer avituallamiento y comenzamos el ascenso al Coto Salón por un estrecho y constante sendero que serpentea por un bosque de robles centenarios. Es una senda espectacular que sigue el cauce de un pequeño riachuelo de montaña, una subida con pendiente constante que no te da ni un solo respiro y que no te permite ver la cumbre hasta que literalmente te encuentras en ella. Voy ganado altura con esfuerzo, sintiendo cada respiración, cada latido de un corazón que trabaja a destajo para mover la maquinaria, y escuchando el chapoteo de cada pisada sobre el barro y el lecho de hojas de roble en descomposición.  


Finalmente a unos 1500 metros de altitud, abandonamos la protección del bosque caducifolio y  nos damos de bruces con la Casamata, un antiguo bunker de la Guerra Civil donde humildes mineros, ganaderos, obreros y maestros lucharon  con los pocos medios de los cuales disponían tratando de defender luna de las últimas posiciones republicanas en el maltrecho frente norte. En una época tan  convulsa como la actual donde las posiciones políticas se polarizan de nuevo, conviene no olvidar jamás lo sucedido apenas ocho décadas atrás para no tener que volver a repetir errores del pasado. 


En la cima las vistas son grandiosas. A nuestra espalda una preciosa vista del valle y en frente nuestra, cubierta por una espesa capa de nieve y escondida entre brumas se alza esa  imponente pirámide pétrea que es el Picu Polvoreda (2.007 metros). 



Bajamos de cumbre con mucha calma, saboreando cada zancada, mientras disfrutamos del privilegiado entorno, recuperando la confianza y la seguridad que paradójicamente esta misma bajada me había arrebatado un par de años atrás. Nos cruzamos con alguno de los corredores que todavía siguen en carrera recorriendo los últimos kilómetros del ultra,  esa titánica prueba  que el bueno de Miguel se ha sacado de la chistera para celebrar esta quinta edición. Pasamos por los pueblos de del fondo del valle, superamos el segundo avituallamiento e iniciamos la última subida del día. 



Corono los altos de la  Cruz y Campos, descenso final y entro  en meta junto con mi buen amigo Joaquín Cañizares, eterno compañero de aventuras durante estos últimos nueve años, completando
los 13.5  kilómetros de la prueba en 2h:53':01", ocupando las posiciones 70 y 71 sobre 131 corredores en la salida.
Tengo la inmensa fortuna de haber podido disputar de  las cinco ediciones de esta entrañable prueba, y a estas alturas ya no encuentro calificativos para definir la Carrera por Montaña de Matallana de Torio. La he visto nacer, crecer, expandirse y hacerse mayor, mejorando año tras año y sin perder ni un ápice de la humildad y la originalidad con la que todo comenzó. Mil gracias a Miguel, Camino y Joaquín por esta maravillosa obra de artesania que nos regalan edición tras edición.

Una reflexión final. El pequeño madrileño de 9 años con el que compartimos algún tramo de carrera, consiguió finalizar la prueba y lo hizo compitiendo en solitario y sin dorsal. La épica de niño solo es comparable a la temeridad de sus padres. Creo que no tiene ningún sentido permitir a un niño de esa edad afrontar sin supervisión un reto de esta magnitud, más que nada por el peligro que entrañaban algunos tramos de la prueba, pero sólo es una opinión personal.

Y con esta prueba comienza y termina el Bisonte del Carbayedo World Tour 2019. Si los viejos  dioses que moran en estas cumbres así lo quieren, no volveremos a ver en 2020.





viernes, 25 de enero de 2019

Carrera por montaña Matallana de Torío 2018


Son las 7 de la mañana, salgo de casa pertrechado con dos bolsas de deporte, una mochila, bastones de travesía y ropa de abrigo. Voy tan cargado que no se sabe a ciencia cierta si voy a disputar una carrera por montaña, o si  trabajo de sherpa y voy a montar el campamento avanzado en la ruta de ascenso al Annapurna. Camino del garaje me cruzo con un grupo de jóvenes que con algarabía disfrutan de la noche leonesa, y mi primer impulso es darme la vuelta y continuar de fiesta con ellos. ¡Bisonte, no ves que eres más viejo que las pinturas rupestres de Altamira, entre tanta chavalería  desentonas  más  que Tarzán de ponente en una convención internacional de telefonía móvil! ¡Tira pa'l monte que libras!.  Apenas 30 kms separan mi casa de Robles de la Valcueva, epicentro de esta prueba por la que siento un cariño especial desde que por casualidad la descubrí 4 años atrás, y donde  el ambiente es sencillamente  espectacular. Tengo tiempo para reencontrarme con  amigos y conocidos a los que no veía desde hacía mucho tiempo, ver arrancar la prueba reina y asistir al encendido de las ollas que nos suministrarán el cocido ferroviario al final de la jornada. Seis meses después me veo de nuevo en una línea de salida. Debería estar especialmente nervioso, más aún teniendo en cuenta que en los últimos 180 días solo he salido a correr en 8 ocasiones, pero estoy sorprendemente tranquilo, lo que viene a demostrar  que la ausencia de sentido común es un mecanismo ancestral de inhibición del miedo creado para afrontar retos para los que a priori no estas capacitado.

Salgo en última posición por las calles del pueblo. Voy en compañía de Óscar Gómez, otro afamado tractorista procedente de tierras madrileñas. Entre los 2 sumamos unos 206 kgs de puro musculo, vamos que somos el arquetipo estándar de corredor de montaña y estamos en Matallana compitiendo  igual que podríamos estar en el país del sol naciente disputando el campeonato japonés de sumo con los luchadores locales.
Ascensión del Calero (Foto: Óscar Garcia)
 Apenas 500 metros llanos y  comenzamos la primera ascensión de la jornada. En la ascensión  al Alto del Calero, y a pesar de subir andando, voy  adelantando  a estudiantes  del Instituto de La Robla que disputan la prueba  como actividad escolar. Una gran iniciativa para acercar a los chavales a la montaña e introducirlos en el mundo del trail. Coronamos esta primera ascensión  y enlazamos con un sendero llano entre escobas que nos conduce hasta el valle de Valdesalinas.
Bajada técnica que nos lleva a la pradería del Valle de Valdesalinas (Foto: José Rodríguez)
 Una bajada corta y técnica, que afortunadamente este año no presenta la dificultad de la última edición  por encontrarse el terreno en muy buen estado, y  donde bajo tratando de localizar  la piedra contra la que me golpee el año pasado. Llegamos al valle y afrontamos un tramo ligeramente ascendente por una amplia pradería que nos lleva hasta la Peña la Campana, lugar  donde en el pasado estuvo ubicada una ermita. Coronamos la peña, un destrepe con cuerda y alcanzamos el primer avituallamiento de la jornada  en el km 4 (47':22")
Tramo final de pradería por el Valle de Valdesalinas (foto: Juan Carlos)
Giramos a la izquierda y por un estrecho sendero comenzamos la ascensión a Coto Salón por el interior de un tupido bosque de carbayos. Por delante  una ascensión dura y constante donde debemos salvar un desnivel de unos 500 metros positivos en apenas 2,5 kms de distancia.  En el tramo final de ascensión abandonamos  la protección del bosque de robles y alcanzamos la casamata -o nido de ametralladoras de la Guerra Civil- que nos recuerda lo que sucedió en esta tierra hace apenas 80 años, acontecimientos  que por desgracia parecemos empeñados en repetir.  Es momento de detenerse a disfrutar de la preciosa vista del Picu Polvoreda (2.007 metros),  hermosa pirámide de roca caliza  que emerge sobre un mar de nubes.
Vista del Picu Polvoreda desde la cumbre del Coto Salón (Foto: Óscar Garcia)
Estoy aproximadamente en el km 6 y mi reloj marca 1h:23':24". Comienzo el descenso del Coto Salón por un camino de piedras sencillo y que discurre entre escobas. Como el terreno se encuentra en buen estado me animo a correr por primera vez en toda la prueba y con celeridad voy perdiendo altura. Llegamos de nuevo al valle, cruzamos un túnel bajo la línea del tren y afrontamos un tramo llano por carretera que nos llevan al segundo avituallamiento (km 10,5).  Comenzamos la tercera y ultima ascensión del día camino del Alto de la Cruz. Me sorprende ver que sigo con buenas piernas a estas alturas. Llevo toda la prueba en solitario y para mantener la concentración decido contar aquellos corredores a los que consigo dar alcance, y se produce una de esas extrañas paradojas del mundo animal: “los  humanos cuentan ovejas para dormir por la noche y los bisontes contamos  humanos para no dormir por el día”.
Haciéndome pasar por corredor en el tramo inicial de ascensión al Alto de la Cruz (Foto: Andrés de la Torre)
Alcanzamos la cumbre del Alto de la Cruz  donde unos voluntarios nos obsequian con jamón recién cortado. Desconozco si se trata de jamón  serrano, pata negra o si es el jamón más perrero de Carrefour, lo cierto es que me me sabe a manjar de reyes. Rápido y corto descenso hasta enlazar con el último tramo de ascenso por sendero entre bosques hasta alcanzar el Alto del Campo, giramos a la derecha y cogemos un amplio cortafuegos ligeramente descendence. Este año voy con buenas piernas y por primera vez en cuatro ediciones puedo correr. Al paso por el cartel que señala 2 kms a meta nos desvían de nuevo  y entramos en otro estrecho sendero que serpentea por el bosque. Por primera vez en la toda la carrera se me agarrota el cuádriceps de la pierna derecha. Bajo el ritmo, camino durante unos 300 metros y de nuevo comienzo a correr. Por experiencia sé que aun doliendo va aguantar hasta meta, y no quiero que me adelanten los corredores de la prueba larga, así que ese último kilómetro de descenso por pradería y de llaneo por un camino asfaltado lo hago al galope hasta conseguir completar los 13,8 km de la prueba con un desnivel acumulado de 2000 metros (1000 positivos y 1000 negativos) en  un tiempo de  2h:37:07", llegando en el puesto 92 (sobre 129 corredores),  a 1h:18' minutos del ganador que fue Santi Mezquita.

En meta puedo disfrutar de un chocolate con churros y me da tiempo a ducharme con agua caliente. Para mi que siempre  acostumbro a ser de los últimos de Filipinas en meta, y que llego cuando casi todo está ya agotado, esto es un autentico lujo, tanto que me apetece ponerme a entrenar como un loco para mejorar y llegar con los de adelante. Afortunadamente se me pasa pronto el calentón.

Como broche final de  la jornada degustamos una olla ferroviaria capaz de resucitar a un muerto. A estas alturas poco puedo contar ya que no haya dicho ya antes, además todo el que me conoce sabe que no puedo ser objetivo con esta carrera, así que solo me queda dar las gracias una vez más a Miguel, Joaquín y Camino por dejarnos disfrutar de su carrera. Ya solo queda empezar a descontar los días que faltan para la edición de 2019, que tendrá una prueba ultra especial que hará las delicias de los más aguerridos.  Si los dioses nos son propicios, volveremos a estar por estas tierras en menos de un año.

Muchas gracias a todos los corredores con los que he compartido  kilómetros, esfuerzos, aventuras, anécdotas y sufrimiento en esta temporada 2018 que toca a su fin. Nos vemos de nuevo corriendo por montaña el año próximo.