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miércoles, 8 de diciembre de 2021

Carrera de Montaña Matallana de Torío 2021

A estas alturas casi todo el mundo conoce ya como es la Carrera de Montaña  de Matallana de Torío, ha visto miles de fotos y ya ha leído decenas de crónicas y comentarios sobre la misma, así que en esta ocasión quiero escribir una crónica corta pero completamente diferente a lo habitual. He visto nacer esta prueba y la he visto crecer y evolucionar  año tras año desde esa primera edición donde tuve la suerte de descubrirla casi por casualidad, por eso es tan especial para mi, porque representa todos aquellos valores que me gustan en este deporte Conozco de primera mano el infatigable trabajo de Miguel, Camino y Joaquín para sacar adelante su carrera, las horas que le quitan al sueño,  los kilómetros y kilómetros de monte que recorren descubriendo nuevos parajes  y desbrozando a mano senderos imposibles donde sólo había monte inexplorado para disfrute de los corredores, porque esa es precisamente su única motivación, conseguir que esta pequeña y humilde carrera de pueblo sea cada año más dura y más espectacular para que los grandes protagonistas que son los corredores disfruten . Y todo lo anterior  lo hacen de manera totalmente altruista, trabajando incansablemente durante los doce meses del año, aunando voluntades de pueblos, instituciones y voluntarios, y maximizando los escasos recursos económicos de los que disponente para que al corredor no le falte absolutamente de nada, incluyendo la comida de meta, y todo ello de manera totalmente gratuita. Hasta aquí lo que todo el mundo conoce, pero es que además  la carrera representa muchas más cosas muy valiosas y que no se ven a simple vista. Esta carrera ha conseguido poner en valor el entorno natural y los pueblos del Ayuntamiento de Matallana de Torío, ha recuperado del olvido elementos con importancia histórica como el calero o la casamata de Coto Salón, ha sido pionera equiparando en  premios, relevancia y participación a hombres y mujeres, ha acercado el deporte a las nuevas generaciones promocionando y acercando la prueba a los jóvenes del instituto de La Robla, el centro educativo de los alumnos de la comarca, y todo ello sin pedir nunca nada a cambio, sin buscar rédito económico ni reconocimiento personal, y siempre dispuestos a enseñar a cualquier hora el recorrido a cualquier corredor que lo demandase.

Todo lo anteriormente expuesto es lo que hace tan especial esta pequeña obra de orfebrería realizada con gran esfuerzo y pericia, así que volver año tras año es a la vez una suerte y una obligación moral, aún sabiendo que esta carrera por su diseño y sus características es posiblemente la prueba que peor se me da del mundo entero, pero es mi carrera y así lo siento. Este año llegaba con muy buenas piernas, con la moral a tope tras la disputa de la Ultra de Sanabria y convencido de que haría una  buena carrera, pero la nieve, el barro y ese diseño de recorrido tan "asqueroso" con constantes subidas y bajadas cortas y explosivas, literalmente me llevó por delante. Y es que soy plenamente consciente de antemano que mis cualidades físicas no se adaptan a esta prueba y además, como descubrí al analizar la prueba en frio, posiblemente me equivoqué en la elección de "herraduras", escogiendo para correr  unas zapatillas antiguas con la suela muy desgastada y que hicieron que me sintiera totalmente inútil durante las casi cuatro horas que estuve en carrera, cayéndome una y mil veces, convertido en una suerte de torpe  princesa de Disney participando  en un concurso de patinaje sobre hielo para nonagenarios. Así que ha diferencia de tantas otras ocasiones, esta vez alcanzar esa meta para mi no fue una satisfacción o una experiencia gratificante, sino más bien una liberación. Han pasado 72 horas desde que finalice la prueba y, a parte de las erosiones y las heridas consecuencias de las múltiples caídas que acumulado en piernas y manos, estoy molido de los golpes y absolutamente sobrecargado a nivel muscular en brazos y resto del tren superior, algo que nunca me había pasado, fruto de las múltiples caídas y de la tensión acumulada durante la disputa de la prueba. Y es que la experiencia te enseña que lo realmente importante no es alcanzar la meta , sino disfrutar todo el camino que te ha llevado hasta ese lugar concreto, y es muy difícil disfrutar cuando a duras penas has sido capaz de mantenerte en pie y has visto  con impotencia como uno tras otro te han ido superando la practica totalidad de los corredores de la prueba sin poder seguirlos. 

Supongo que con el tiempo lo relativizaré todo y volveré a fijar en mi mente esos impresionantes paisajes nevados por los que discurrió la prueba, o esa casamata cargada de historia asomando a duras penas entre la abundante nieve, pero ahora mismo la única sensación que tengo es que esta prueba se encuentra en el límite de mis condiciones físicas y mentales, y eso partiendo de la premisa de que disputo la más sencilla de todas las modalidades (16 kilómetros). Ahora toca recuperar y reflexionar en busca de nuevos retos para el año próximo.

Nos vemos en la montaña,

Primer tramo de subida al Coto Salón

Tramo intermedio de subida al Coto Salón

Casamata situada en la cima del Coto Salón

Tramo inicial de descenso del Coto Salón

Tramo final de descenso del Coto Salón

descolgándose con cuerda en la bajada del Coto Salón

El Coto Salón de fondo

Camino de Peña Cantable

Entrando en meta

jueves, 11 de noviembre de 2021

Décimo aniversario

 Tal día como hoy en el año 2011 comencé a escribir este blog. En estos diez años muchas cosas han cambiado lo que me hace replantearme si tiene sentido que siga navegando este viejo barco a la deriva convertido en una suerte de barco pirata del Holandés Errante. Por el camino han quedado muchos kilómetros por montaña recorridos, muchas vivencias de un valor incalculable, muchos amigos con los que compartir esta aventura, mucho sufrimiento para alcanzar muchas de esas metas y un buen número de preciosos pueblos y parajes grabados a fuego en la memoria gracias a esta pequeño viaje deportivo, un viaje que me ha permitido conocer mucho mejor  mis evidentes  limitaciones y también mis fortalezas, gracias a las cuales he conseguido mantener intacto algo de lo que sentirme especialmente orgulloso y es que en 45 años de vida jamás me he retirado en ninguna carrera, con condiciones climatológicas muy adversas, con pájaras espantosas, con algún principio de  deshidratación y con los habituales problemas musculares, pero siempre he sido capaz de acabar, ese es mi pequeño gran éxito deportivo y vital. Muchas cosas han quedado por hacer, muchos retos que no he podido afrontar, no obstante eso forma parte de la evolución en la vida de las personas y como tal debe de ser asumido.

He tenido exactamente  83.263 visitas, ni una más ni una menos. No sé si son muchas o pocas, sin embargo para mi son más que suficientes y no quiero olvidarme de dar las gracias a todos y cada uno de los que habéis perdido algún  minuto de vuestro tiempo leyendo las aventuras de este eterno proyecto de corredor de montaña que nunca ha dejado de ser un senderista pretencioso.

Muchas gracias por todo y nos vemos corriendo por montaña.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Ultra Sanabria by Stages

Tras casi tres años sin ponerme un dorsal me encuentro en la salida del Ultra de Sanabria para disputar la modalidad de maratón por parejas. A priori es un reto sencillo para cualquier corredor montaña, pero para estas dos viejas glorias del atletismo, que son mucho más viejas que glorias, las dudas son enormes. Nunca hemos disputado una prueba por etapas, nunca hemos corrido de noche y mucho menos una cronoescalada por medio del monte. Si a lo anterior le sumas que personalmente llevo más de dos años arrastrando serios problemas musculares que me impiden correr más de dos días por semana y que mi compañero, que no corre por montaña normalmente, se hizo un esguince de tobillo dos semanas antes de la carrera, ya tenemos el kit completo de supervivencia para dudar  sobre si seremos capaces de completar este reto. Sin embargo, todas esas incertidumbres pesan menos que las ganas de competir y la ilusión por pasarlo bien en un entorno natural privilegiado con la disculpa de una prueba de la que nos han hablado maravillas, así que hacemos nuestro ese viejo proverbio oriental que reza: “alégrate, porque todo momento es ahora y todo lugar es aquí” y comenzamos nuestra particular aventura deportiva.


ETAPA 1:

Llegamos al monasterio de San Martín de Castañeda, dejamos la bolsa con el material de abrigo obligatorio que nos entregarán en meta y caminando por un sendero  descendente de unos dos kilómetros alcanzamos el pueblo de Vigo de Sanabria donde se ubica el comienzo de la prueba. Pasamos el control de firmas y nos colocamos en la parrilla de salida. Sin experiencia previa en pruebas nocturnas para nosotros esta etapa nos adentra en un terreno completamente desconocido. 

Nervios, incertidumbre y tensión se entrelazan, tanto que a punto estamos de salir con los frontales apagados. A las 22:20 de la noche  nos dan la salida y, pese que habíamos acordado salir tranquilos, arrancamos en estampida como los toros saliendo de toriles en los San Fermines tras oír el chupinazo.  Medio kilómetro llano por las calles del pueblo, cruzamos el puente sobre el arroyo Forcadura  e iniciamos  la ascensión por el cañón del mismo nombre. 

En la más absoluta oscuridad y sin ninguna referencia lumínica por delante, transitamos primero por un camino empinado, pero en buen estado que poco a poco se complica con mucha piedra y un firme irregular. Concentrados y mirando al suelo en todo momento devoramos metros positivos. De repente vemos luces en sentido contrario. Son organizadores evacuando un corredor accidentado. Nos apartamos a un lado y esperamos a que pase la camilla. Un poco más arriba cruzamos un puente de piedra (kilómetro 2’8 aprox) y el trazado cambia completamente entrando en un terreno menos pendiente y mucho más llevadero.


En ese momento nos adelanta una pareja de corredores zamoranos que por suerte para nosotros nos harán de liebres hasta casi la línea de meta. Con la referencia de la pareja zamorana el ascenso es más sencillo, pues al menos tenemos referencia sobre el trazado y no tenemos que andar tan concentrados en la búsqueda de balizas, algo que no impide que nos perdamos unos kilómetros más arriba, aunque por suerte apenas nos desviamos unos 50-100 metros del sendero original. Este tramo intermedio combina tramos de pradería  con turberas y algún pequeño agujero fruto del paso del ganado, con firme irregular y algunos charcos donde sino andas fino te entierras en agua y barro por encima del tobillo. 

Cambiamos de nuevo de tercio al enfrentarnos a un repecho de unos 500 metros mucho más duro y de mayor pendiente donde no tenemos piernas y somos incapaces de seguir el ritmo de nuestros compañeros zamoranos, quienes se alejan de nosotros unos 100 metros. Otra vez a oscuras y en soledad seguimos ascendiendo, de repente al paso por el km 6  giramos a la izquierda y entramos en un tramo de pista ligeramente ascendente que bordea una Laguna de los Peces que somos incapaces de vislumbrar. Sorprendentemente nuestras piernas vuelan en esta nueva superficie y realizamos un último kilómetro corriendo a ritmos muy elevados que nos permiten alcanzar de nuevo a la pareja zamorana y superar incluso a algún otro corredor hasta alcanzar la ansiada línea de meta, tras superar los 7 kms de distancia con unos 625 metros positivos (datos de mi GPS), con un tiempo de 1h:05’:09”, lo que nos sitúa en una inesperada  posición 17 sobre 47 participantes en la categoría.

Nos cambiamos de ropa y esperamos el autobús que nos debe de bajar de nuevo a San Martín de Castañeda dónde cogemos nuestro vehículo para volver al hotel. Una ducha caliente para relajar y nos metemos en la cama a las 01:30 de la noche con la omnipresente duda de cómo nos van a responder las piernas a la mañana siguiente.


ETAPA 2:

Llegamos al Monasterio San Martin de Castañeda, pasamos el control de firmas y entramos al cercado de la salida con apenas cinco minutos de margen sobre la hora de salida. Han pasado menos de 12 horas desde la etapa previa y vamos con mucho respeto. Mi compañero Jesús no sabe cómo le va a responder hoy  el tobillo y yo tengo dudas más que razonables sobre si podré aguantar muscularmente la etapa, pero es lo que hay. Tras una emocionante cuenta atrás dan la salida y la gente sale disparada. Hoy compartimos carrera varias pruebas diferentes  y hay muchos corredores. Nosotros nos hallamos muy atrás y eso nos condiciona mucho la disputa de la prueba ya que no podemos fijar nuestro propio ritmo de carrera durante los primeros kilómetros de la prueba.


Salimos cuesta bajo por la carretera de la Laguna de los Peces  hasta que nos desviamos a la derecha por el sendero del Preventorio, una bajada sencilla y muy rápida que nos deja en la orilla del Lago de Sanabria a la altura de la playa de Folgoso.  ¡Ufff! Merece la pena detenerse un segundo porque las vistas son sencillamente espectaculares. Una hilera interminable de corredores avanza por un sendero que transita uniendo varias playas y que solo permite circular en fila de a uno, así que solo queda tener paciencia y seguir el ritmo que te marca esta inmensa serpiente multicolor. 



Salimos a la carretera y por fin podemos correr de nuevo y a un ritmo bastante elevado, un breve tramo por sendero de aproximadamente un kilómetro y a la altura del  abandonado Balneario de Bouzas, giramos a la izquierda y alcanzamos el primer avituallamiento del día (km 5’5 aprox). Aquí comienza la primera ascensión de la jornada. Un tramo inicial de falso llano por caminos y prados hasta alcanzar el viejo camino tradicional de Quintana de Sanabria que es muy sencillo y por el que se puede ir muy rápido, para enlazar  posteriormente con la Calzada Sanabresa.  En este tramo sufro el primer amago de calambre en el gemelo izquierdo y todavía estamos muy lejos de meta, así que nos vemos obligados a bajar drásticamente el ritmo y comenzamos a caminar para cuidar piernas. Coronamos,  llegamos a la Laguna de Carros donde se ubica el segundo avituallamiento (km 11,6 aprox) y comienza el descenso  a Ribadelago por una preciosa bajada entre bosques por un camino ancho de piedra que no es complicado y donde me escapo de mi compañero que baja con mucha precaución por culpa de su maltrecho tobillo. Llegamos abajo y entramos en Ribadelago Nuevo, desde aquí un tramo llano nos lleva hasta Ribadelago Viejo (km 14).  Mi gemelo me da un segundo aviso por lo que este  cómodo y rápido tramo llano de apenas un kilómetro lo debemos hacer andando. En Ribadelago Viejo (km 15,1) se ubica el tercer avituallamiento de la etapa. Desde aquí otro kilometro llano por un camino de tierra y tras cruzar el puente sobre el arroyo de Sorribas comienza la segunda ascensión por el camino de los Monjes. Una vez más ascendemos por un viejo camino de piedra que serpenteante por el medio de un bosque de robles centenarios. Nosotros vamos muy justos, pero el resto de corredores no parecen ir mucho mejor, así que  desfilamos  todos en fila en una interminable procesión de animas. Llegando arriba, justo donde las vistas sobre el lago se vuelven majestuosas, el gemelo que ya  me había dado dos avisos previos, directamente se agarrota  y tengo que detenerme en seco a estirar agarrado a una piedra. ¡Uff! Solo quedan tres kilómetros a meta, pero sin poder correr me temo que estos 300 metros se  van a hacer eternos. 


Un último tramo llano con unas privilegiadas  vistas al Lago de Sanabria, coronamos a la altura del Refugio de Montaña de San Bernardo y ya sólo quedan 1500 metros cuesta abajo camino de la meta por una bajada cómoda y muy rápida.  Intento correr apoyándome en los bastones y cambiando la forma de impulsar para no forzar mis acalambrados gemelos y pasa lo que tiene que pasar, que se me acalambra el cuádriceps de la pierna opuesta. El drama muscular se convierte en tragedia griega. Últimos 300-400 metros por las calles del pueblo, bajo las escaleras caminando como Chiquito de la Calzada, rodeo el monasterio y entro  en meta reptando como una autentica culebra.

Al final completamos los 20 kms de la etapa con 1480 metros de desnivel acumulado (740 m positivos y otros tantos negativos) con un tiempo de 2h:21’:51” en un nuevamente inesperado  puesto 12 sobre 47 participantes. El problema es que con estas piernas tan castigadas es materialmente imposible salir a correr mañana, así que toca esperar pacientemente turno en el taller –servicio de fisioterapia- para ver si  los mecánicos de la prueba son capaces de arreglar los amortiguadores de este viejo y castigado “tractorista”. Confiamos en que el  equipo de fisíos con sus expertas manos  pueda hacer magia y doy fe que la hicieron. Como quiera que sea,  lo sucedido nos ha cambiado completamente los planes de la jornada, pues pensábamos ir a pasar la tarde a Bragança y ya no es posible. Nos zampamos un cachopo reparador -mención especial merece el fantástico menú del corredor dispuesto por la organización en múltiples restaurantes de la comarca , así como la fantástica gastronomía sanabresa- a eso de las cuatro y media de la tarde  de la tarde y decidimos volver a la habitación  a tirarnos lo que resta de día en la cama como auténticos  dragones de Komodo para intentar recuperar.


ETAPA 3:

Me noto tan cansado que apenas soy capaz de dormir la noche del sábado, además no me atrevo ni a girarme en la cama por miedo a que se me suba un gemelo o se me agarrote un cuadriceps, así que paso la noche más quieto que una momia del antiguo Egipto y a las 6 de la mañana ya estoy despierto. Nos levantamos temprano, hacemos  la maleta y bajamos a desayunar. Bajar las escaleras desde un primer piso ya me indica lo extremadamente cargadas que tengo las patas. Llegamos de nuevo al punto de salida  en el Monasterio de San Martín de Castañeda, pasamos el control de firmas y nos situamos en el box de salida.

 El ambiente es espectacular y de repente me veo saltando con los brazos en alto animado por las palabras del spekae. Mi compañero me mira incrédulo y me dice algo así como tú eres medio gilipollas, hace un momento no podías casi ni moverte y ahora te pones a saltar poseído por algún  extraño espíritu sanabrés. A las 9:00 suena el pistoletazo de salida y todos a correr (en nuestro caso caminar). ¡Alea iacta est! A ver cómo nos arreglamos para llegar a meta. 
Por las calles del pueblo salimos cuesta arriba deshaciendo el tramo final del día previo. Un kilometro y medio de ascensión hasta alcanzar el Refugio de Montaña de San Bernardo  y comienza el descenso por el camino de los Monjes. Es curioso cómo cambia la percepción en apenas 24 horas,  pero la bajada me parece más sencilla y mucho menos pendiente de lo que me pareció la ascensión en la jornada previa pese a ser exactamente la misma. Poco a poco nos van adelantando gente,  hasta llegar al tramo final donde pierdo de vista a mi compañero y al esperarle en menos de 500 metros me pasan no menos de 25 corredores, dos tejones, una ardilla y hasta me pareció ver pasar un armadillo. Cruzo el puente sobre el arroyo de Sorribas   y allí aparece mi compañero esperando. Un kilómetro llano por el que empezamos a correr muy muy rápido adelantado a  todo esos corredores  que nos habían adelantado bajando, y es que aparentemente somos un caso digno de estudio, somos los dos únicos corredores de  toda la historia del trail que somos igual de malos subiendo que bajando y solo corremos en llano, lo que viene a ser que más que corredores de montaña, somos corredores de llanura. Pasamos sin detenernos por  Ribadelago Viejo, primer avituallamiento del día (km 4’5), Otro tramo llano  y enfilamos  el duro  y técnico ascenso de la jornada por el impresionante Cañón del Tera.



Una subida muy dura por un terreno de rocas de gran tamaño con pequeños trepes y destrepes que te obligan a  usar las manos. El paisaje es sencillamente abrumador, con pozas de agua trasparente y alguna cascada de gran belleza. A medida que ascendemos vamos  saliendo del mar de nubes  que envuelve el cañón, y  al paso por la Cueva de San Martín (km 9) abandonamos el río Tera y ascendemos por una senda dura pero mucho más llevadera.



En este tramo de ascensión me tomo mi última pastilla de magnesio y rezo para que mis maltrechas piernas aguanten hasta meta. En el kilómetro 11 a cota 1620 metros de altitud encontramos el segundo avituallamiento de la jornada situado en el paraje conocido como Arroyo de Bouzas. De aquí a meta quedan en teoría unos 5’5 kilómetros y son todos cuesta abajo, es decir, podríamos llegar a meta aunque fuera rodando. Saliendo del avituallamiento vemos  un corredor esprintando como una gacela y le pedimos a la organización que nos de beber lo mismo que al susodicho. El tramo inicial es casi llano y de nuevo corremos  muy, muy rápido, viviendo eso que en ciclismo se conoce como “el minuto bueno”(parece que los organizadores  si nos han dado la misma agua milagrosa), pero pasa lo inevitable , me vuelve a dar un trallazo en el basto interno del cuádriceps dañado de la jornada previa y debo de quedarme agarrado a una piedra en mitad de una pradería estirando mientras veo con impotencia como nos superan corredores. De aquí a meta me temo que nos va a pasar lo mismo de la jornada previa. Como la experiencia es un grado y esto ya lo he vivido antes, meto los dedos en el musculo tratando de deshacer el enorme nudo que se ha formado y arrancamos andando por este sencillo terreno.  Poco a poco nos vamos animando y empezamos a combinar caminar y correr. ¡Falta poco a meta y ya es todo cuesta abajo, ya lo tienes! Es increíble cómo funciona la mente humana, con este sencillo mantra nos venimos arriba y empezamos a correr tramos cada vez más rápido hasta alcanzar el pueblo, bajamos las escaleras del monasterio y alcanzamos esta meta que tanto esfuerzo nos ha costado.


Al final completamos los 16’8 kilómetros de la etapa con 1670 metros de desnivel acumulado (835 positivos y otros tanto negativos según  mi GPS) en un tiempo de 2h:34’:03” alcanzando el puesto 14 de la etapa, lo que nos permite completar la maratón en un tiempo de 6h:01’:03” alcanzando un inesperado e impensable puesto 11 de la general, algo que no está mal para estos dos dinosaurios cuyas patas totalizan casi 100 años de existencia en su conjunto.


CONCLUSIONES:

No me gustaría finalizar la crónica sin una breve reflexión personal. Sanabria es como ese viejo baúl del abuelo que permanece escondido y cubierto de polvo en el desván de una vieja casa de pueblo hasta que un buen día alguien lo abre y descubre que esta lleno de tesoros de incalculable valor emocional, y La Ultra de Sanabria es precisamente la llave que permite abrir ese misterioso y olvidado arcón. La comarca de Sanabria es una auténtica joya, un paraíso natural que aúna paisaje y paisanaje, gastronomía y tradiciones, cultura e historia, un lugar que bien merece una visita, así que mientras brindamos con una cerveza artesanal zamorana, que no puede tener otro nombre que Sanabria, nos conjuramos para poder regresar el año próximo y disfrutar de nuevo del Ultra de Sanabria en alguna de sus múltiples modalidades, una prueba que dado su espectacular nivel organizativo, el entorno privilegiado donde se desarrolla y el esmerado cuidado al corredor, es muy posible que en los próximos cinco años  se acabe convirtiendo en una prueba de referencia nivel nacional y europeo.



Nos vemos en la montaña.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Carrera por Montaña Matallana de Torio 2019

Doce meses después me encuentro exactamente en el mismo lugar donde dispute mi último trail. 365 días donde yo no he echado de menos las carreras por montaña y ellas tampoco me han echado de menos a mi. Y aquí estamos de nuevo en Robles de la Valcueva  con un dorsal en el pecho, y es que está prueba que no es la más larga, ni la más bonita, ni mucho menos  la más mediática, es sin embargo muy especial para mi. Justo antes de arrancar  me doy cuenta de que ni siquiera me he acordado de cargar la batería del viejo garmin, por lo que hoy correré "ciego", sin referencias de ritmo, distancia o altitud. Volvemos al origen de todo, a la vieja escuela de mi lejana juventud, a correr olvidándome del tiempo y guiándome únicamente por sensaciones. 

La persistente lluvia que ha arreciado toda la noche nos da un respiro en la salida, no obstante pese a la tregua metereológica pronto constato que nos vamos a aburrir de pisar barro, tanto que si tuviese que apostar a caballo ganador en un duelo entre entre Kilian Jornet y Shrek, me quedaría con este último por correr en casa. Primera subida al alto del Calero y primer calentón. En la era de los motores híbridos y los vehículos eléctricos,  sigo siendo una pesada maquina de vapor que necesita consumir grandes cantidades de carbón para mover semejante tonelaje. Coronamos, llaneamos por un sendero entre escobas y nos adentramos en la pradería del valle de Valdesalinas, al final del cual se encuentra la peña donde otrora se levantó una antigua  ermita. Bajando de la misma nos desviamos ligeramente del trazado original  siguiendo la estela de un corredor que nos precede, bordeamos la colina  para evitar un tramo peligroso de apenas 20-30 metros donde la organización ha puesto una cuerda, mientras  desde arriba una corredora nos recrimina nuestra actitud. No buscamos atajar, ni ganar tiempo, sencillamente después de muchos meses alejado de la montaña no tengo ni la confianza, ni la preparación física, ni las ganas de afrontar un descenso técnico que me podría suponer una lesión que en este momento no me puedo permitir. La paradoja es que al llegar abajo nos encontramos con que esta comenzando el descenso un pequeño corredor madrileño de 9 años que viene realizando el recorrido en solitario y con el que ya hemos coincidido en un tramo previo, así que Cañi de avanzadilla y yo a su rueda, decidimos ascender parte de la resbaladiza y complicada pendiente para ayudarle a bajar  minimizando el riesgo de accidente. Llegados a este punto quizás sea el momento de realizar una pequeña reflexión. Partiendo de la premisa de que a  la persona que nos recrimino por salirnos del trazado le ampara la normativa, creo que a nivel general estamos compitiendo muy por encima de nuestras posibilidades, y en ocasiones olvidamos  la esencia última de este deporte. Al final  acabamos priorizando el anecdótico hecho de  defender una posición 123, 237 o 324 en una humilde carrera de pueblo, y olvidamos  ayudar al corredor que llevamos a nuestro lado, esencia ultima de un deporte donde la cooperación es cuando menos tan importante como la propia competición.

 Parada rápida en el primer avituallamiento y comenzamos el ascenso al Coto Salón por un estrecho y constante sendero que serpentea por un bosque de robles centenarios. Es una senda espectacular que sigue el cauce de un pequeño riachuelo de montaña, una subida con pendiente constante que no te da ni un solo respiro y que no te permite ver la cumbre hasta que literalmente te encuentras en ella. Voy ganado altura con esfuerzo, sintiendo cada respiración, cada latido de un corazón que trabaja a destajo para mover la maquinaria, y escuchando el chapoteo de cada pisada sobre el barro y el lecho de hojas de roble en descomposición.  


Finalmente a unos 1500 metros de altitud, abandonamos la protección del bosque caducifolio y  nos damos de bruces con la Casamata, un antiguo bunker de la Guerra Civil donde humildes mineros, ganaderos, obreros y maestros lucharon  con los pocos medios de los cuales disponían tratando de defender luna de las últimas posiciones republicanas en el maltrecho frente norte. En una época tan  convulsa como la actual donde las posiciones políticas se polarizan de nuevo, conviene no olvidar jamás lo sucedido apenas ocho décadas atrás para no tener que volver a repetir errores del pasado. 


En la cima las vistas son grandiosas. A nuestra espalda una preciosa vista del valle y en frente nuestra, cubierta por una espesa capa de nieve y escondida entre brumas se alza esa  imponente pirámide pétrea que es el Picu Polvoreda (2.007 metros). 



Bajamos de cumbre con mucha calma, saboreando cada zancada, mientras disfrutamos del privilegiado entorno, recuperando la confianza y la seguridad que paradójicamente esta misma bajada me había arrebatado un par de años atrás. Nos cruzamos con alguno de los corredores que todavía siguen en carrera recorriendo los últimos kilómetros del ultra,  esa titánica prueba  que el bueno de Miguel se ha sacado de la chistera para celebrar esta quinta edición. Pasamos por los pueblos de del fondo del valle, superamos el segundo avituallamiento e iniciamos la última subida del día. 



Corono los altos de la  Cruz y Campos, descenso final y entro  en meta junto con mi buen amigo Joaquín Cañizares, eterno compañero de aventuras durante estos últimos nueve años, completando
los 13.5  kilómetros de la prueba en 2h:53':01", ocupando las posiciones 70 y 71 sobre 131 corredores en la salida.
Tengo la inmensa fortuna de haber podido disputar de  las cinco ediciones de esta entrañable prueba, y a estas alturas ya no encuentro calificativos para definir la Carrera por Montaña de Matallana de Torio. La he visto nacer, crecer, expandirse y hacerse mayor, mejorando año tras año y sin perder ni un ápice de la humildad y la originalidad con la que todo comenzó. Mil gracias a Miguel, Camino y Joaquín por esta maravillosa obra de artesania que nos regalan edición tras edición.

Una reflexión final. El pequeño madrileño de 9 años con el que compartimos algún tramo de carrera, consiguió finalizar la prueba y lo hizo compitiendo en solitario y sin dorsal. La épica de niño solo es comparable a la temeridad de sus padres. Creo que no tiene ningún sentido permitir a un niño de esa edad afrontar sin supervisión un reto de esta magnitud, más que nada por el peligro que entrañaban algunos tramos de la prueba, pero sólo es una opinión personal.

Y con esta prueba comienza y termina el Bisonte del Carbayedo World Tour 2019. Si los viejos  dioses que moran en estas cumbres así lo quieren, no volveremos a ver en 2020.





viernes, 25 de enero de 2019

Carrera por montaña Matallana de Torío 2018


Son las 7 de la mañana, salgo de casa pertrechado con dos bolsas de deporte, una mochila, bastones de travesía y ropa de abrigo. Voy tan cargado que no se sabe a ciencia cierta si voy a disputar una carrera por montaña, o si  trabajo de sherpa y voy a montar el campamento avanzado en la ruta de ascenso al Annapurna. Camino del garaje me cruzo con un grupo de jóvenes que con algarabía disfrutan de la noche leonesa, y mi primer impulso es darme la vuelta y continuar de fiesta con ellos. ¡Bisonte, no ves que eres más viejo que las pinturas rupestres de Altamira, entre tanta chavalería  desentonas  más  que Tarzán de ponente en una convención internacional de telefonía móvil! ¡Tira pa'l monte que libras!.  Apenas 30 kms separan mi casa de Robles de la Valcueva, epicentro de esta prueba por la que siento un cariño especial desde que por casualidad la descubrí 4 años atrás, y donde  el ambiente es sencillamente  espectacular. Tengo tiempo para reencontrarme con  amigos y conocidos a los que no veía desde hacía mucho tiempo, ver arrancar la prueba reina y asistir al encendido de las ollas que nos suministrarán el cocido ferroviario al final de la jornada. Seis meses después me veo de nuevo en una línea de salida. Debería estar especialmente nervioso, más aún teniendo en cuenta que en los últimos 180 días solo he salido a correr en 8 ocasiones, pero estoy sorprendemente tranquilo, lo que viene a demostrar  que la ausencia de sentido común es un mecanismo ancestral de inhibición del miedo creado para afrontar retos para los que a priori no estas capacitado.

Salgo en última posición por las calles del pueblo. Voy en compañía de Óscar Gómez, otro afamado tractorista procedente de tierras madrileñas. Entre los 2 sumamos unos 206 kgs de puro musculo, vamos que somos el arquetipo estándar de corredor de montaña y estamos en Matallana compitiendo  igual que podríamos estar en el país del sol naciente disputando el campeonato japonés de sumo con los luchadores locales.
Ascensión del Calero (Foto: Óscar Garcia)
 Apenas 500 metros llanos y  comenzamos la primera ascensión de la jornada. En la ascensión  al Alto del Calero, y a pesar de subir andando, voy  adelantando  a estudiantes  del Instituto de La Robla que disputan la prueba  como actividad escolar. Una gran iniciativa para acercar a los chavales a la montaña e introducirlos en el mundo del trail. Coronamos esta primera ascensión  y enlazamos con un sendero llano entre escobas que nos conduce hasta el valle de Valdesalinas.
Bajada técnica que nos lleva a la pradería del Valle de Valdesalinas (Foto: José Rodríguez)
 Una bajada corta y técnica, que afortunadamente este año no presenta la dificultad de la última edición  por encontrarse el terreno en muy buen estado, y  donde bajo tratando de localizar  la piedra contra la que me golpee el año pasado. Llegamos al valle y afrontamos un tramo ligeramente ascendente por una amplia pradería que nos lleva hasta la Peña la Campana, lugar  donde en el pasado estuvo ubicada una ermita. Coronamos la peña, un destrepe con cuerda y alcanzamos el primer avituallamiento de la jornada  en el km 4 (47':22")
Tramo final de pradería por el Valle de Valdesalinas (foto: Juan Carlos)
Giramos a la izquierda y por un estrecho sendero comenzamos la ascensión a Coto Salón por el interior de un tupido bosque de carbayos. Por delante  una ascensión dura y constante donde debemos salvar un desnivel de unos 500 metros positivos en apenas 2,5 kms de distancia.  En el tramo final de ascensión abandonamos  la protección del bosque de robles y alcanzamos la casamata -o nido de ametralladoras de la Guerra Civil- que nos recuerda lo que sucedió en esta tierra hace apenas 80 años, acontecimientos  que por desgracia parecemos empeñados en repetir.  Es momento de detenerse a disfrutar de la preciosa vista del Picu Polvoreda (2.007 metros),  hermosa pirámide de roca caliza  que emerge sobre un mar de nubes.
Vista del Picu Polvoreda desde la cumbre del Coto Salón (Foto: Óscar Garcia)
Estoy aproximadamente en el km 6 y mi reloj marca 1h:23':24". Comienzo el descenso del Coto Salón por un camino de piedras sencillo y que discurre entre escobas. Como el terreno se encuentra en buen estado me animo a correr por primera vez en toda la prueba y con celeridad voy perdiendo altura. Llegamos de nuevo al valle, cruzamos un túnel bajo la línea del tren y afrontamos un tramo llano por carretera que nos llevan al segundo avituallamiento (km 10,5).  Comenzamos la tercera y ultima ascensión del día camino del Alto de la Cruz. Me sorprende ver que sigo con buenas piernas a estas alturas. Llevo toda la prueba en solitario y para mantener la concentración decido contar aquellos corredores a los que consigo dar alcance, y se produce una de esas extrañas paradojas del mundo animal: “los  humanos cuentan ovejas para dormir por la noche y los bisontes contamos  humanos para no dormir por el día”.
Haciéndome pasar por corredor en el tramo inicial de ascensión al Alto de la Cruz (Foto: Andrés de la Torre)
Alcanzamos la cumbre del Alto de la Cruz  donde unos voluntarios nos obsequian con jamón recién cortado. Desconozco si se trata de jamón  serrano, pata negra o si es el jamón más perrero de Carrefour, lo cierto es que me me sabe a manjar de reyes. Rápido y corto descenso hasta enlazar con el último tramo de ascenso por sendero entre bosques hasta alcanzar el Alto del Campo, giramos a la derecha y cogemos un amplio cortafuegos ligeramente descendence. Este año voy con buenas piernas y por primera vez en cuatro ediciones puedo correr. Al paso por el cartel que señala 2 kms a meta nos desvían de nuevo  y entramos en otro estrecho sendero que serpentea por el bosque. Por primera vez en la toda la carrera se me agarrota el cuádriceps de la pierna derecha. Bajo el ritmo, camino durante unos 300 metros y de nuevo comienzo a correr. Por experiencia sé que aun doliendo va aguantar hasta meta, y no quiero que me adelanten los corredores de la prueba larga, así que ese último kilómetro de descenso por pradería y de llaneo por un camino asfaltado lo hago al galope hasta conseguir completar los 13,8 km de la prueba con un desnivel acumulado de 2000 metros (1000 positivos y 1000 negativos) en  un tiempo de  2h:37:07", llegando en el puesto 92 (sobre 129 corredores),  a 1h:18' minutos del ganador que fue Santi Mezquita.

En meta puedo disfrutar de un chocolate con churros y me da tiempo a ducharme con agua caliente. Para mi que siempre  acostumbro a ser de los últimos de Filipinas en meta, y que llego cuando casi todo está ya agotado, esto es un autentico lujo, tanto que me apetece ponerme a entrenar como un loco para mejorar y llegar con los de adelante. Afortunadamente se me pasa pronto el calentón.

Como broche final de  la jornada degustamos una olla ferroviaria capaz de resucitar a un muerto. A estas alturas poco puedo contar ya que no haya dicho ya antes, además todo el que me conoce sabe que no puedo ser objetivo con esta carrera, así que solo me queda dar las gracias una vez más a Miguel, Joaquín y Camino por dejarnos disfrutar de su carrera. Ya solo queda empezar a descontar los días que faltan para la edición de 2019, que tendrá una prueba ultra especial que hará las delicias de los más aguerridos.  Si los dioses nos son propicios, volveremos a estar por estas tierras en menos de un año.

Muchas gracias a todos los corredores con los que he compartido  kilómetros, esfuerzos, aventuras, anécdotas y sufrimiento en esta temporada 2018 que toca a su fin. Nos vemos de nuevo corriendo por montaña el año próximo.

jueves, 16 de agosto de 2018

Reino Astur Nembra 2018

Muchos corredores sueñan con correr  Zegama-Aizkorri, Transvulcania o UTMB, yo que soy más raro que un perro verde siempre he querido correr en Nembra... y por fin llegó el día que tanto tiempo llevaba esperando. Siete años han pasado ya desde que me inscribí por primera vez en esta prueba, siete ediciones de una prueba que por culpa de mi lamentable estado físico de abuelo octogenario y mis habituales problemas musculares nunca había podido disputar, pero parece que llego el momento. Comparto expedición con mi compañero y amigo Alfonso Cano, que sale de trabajar y sin apenas descansar se enfunda un dorsal para competir, locuras que solo entendemos los que corremos por montaña. En nuestra linea argumental y ejerciendo de Pajares y Esteso en versión cazurra, nos perdemos durante el viaje, tenemos que aparcar 2 pueblos más arriba del lugar de salida, nos entretenemos cambiándonos y llegamos a la pancarta de  salida 30 segundos antes de que arranque la prueba, lo que nos coloca en compañía del corredor escoba, y a mi me da igual porque es mi puesto habitual, pero Cano tiene que correr como si le hubiesen prendido un cohete en el culo durante el primer kilómetro para tratar de recuperar posiciones.

Unos 800 metros llanos  por las calles de Nembra, salimos del pueblo y  comenzamos a ascender por un sendero que serpentea por un tupido bosque de árboles de hoja caduca. La primera sensación es que hay barro, mucho barro, y a mi el barro se me da muy mal porque soy grande, pesado, torpe, carente e la mínima destreza   y sobre este elemento estoy más perdido que un pingüino en un bosque de eucaliptos. Luchando sin descanso con el barro, sin lugar a dudas el  gran protagonista de la jornada, vamos ascendiendo casi sin descanso hasta que abandonamos la protección del bosque, un tramo por camino rural en buen estado, giramos a la izquierda y nos desvían por un ladera muy pindia cubierta de felechos.

Ascendiendo el Picu La Chomba
Levanto la vista y ante mi se dibuja una serpiente multicolor de corredores que avanzan lentamente sobre este precioso lienzo verde vegetal . Todo sería muy bonito si no fuera porque la subida es muy dura y notas como vas quemando energías en cada paso que das. Finalmente  alcanzamos la cumbre del Picu la Chomba a 938 metros de altitud  (km 4- 1h:01':40"), allí donde una Cruz de la Victoria me recuerda que estoy corriendo en casa, y hacia 3 años que no lo hacía.

Vista de la cumbre del Picu la Chomba

Cano pasando por la cumbre del Picu La Chomba
Desde este punto las vistas son sencillamente sublimes. En el fondo del valle descansan los pueblos de la parroquia de Nembra, al lado opuesto del valle una verde cresta que  simula ser la espalda de un dragón dormido, y al fondo una sucesión interminable de montañas que nos recuerdan lo afortunados que somos de vivir en este apartado rincón del mundo, pero debemos continuar avanzando. Un  tramo de cresteo que sin ser muy técnico obliga a mantener la concentración para no sufrir un percance por lo resbaladizo del terreno nos lleva hasta el primer avituallamiento.

Juanín Fernández Llames y su equipo en el tramo de cresteo camino del primer avituallamiento

 Parada rápida y continuamos ascendiendo por un tramo más sencillo. Poco a poco vamos ganamos altura hasta alcanzar el segundo avituallamiento, y enfilamos el tramo de subida final, momento en el que consigo dar alcance a Juan Fernández Llames, un corredor invidente que me deja ciertamente impresionado. Yo que tengo todos los sentidos disponibles, que dispongo de todo el material necesario para competir en la disciplina, y que acumulo un montón de carreras de montaña a mis espaldas, llevo kilómetros pasándolas  canutas  para poder avanzar sin caerme una y otra vez...y a mi lado tengo un corredor con una limitación sensorial reseñable que avanza con tesón y dándonos a todos una lección de coraje y  superación. A partir de este momento no tengo valor para buscar más disculpas. 

Continuo en solitario el tramo final de ascensión entre escobas y piornos, recordando algunos pasajes de canciones  con las que he crecido, canciones  como "Los Fugaos" de Nuberu, o "L'ayerán que perdió la guerra" de Llan de Cubel, sones populares que tienen estas montañas por decorado, y que nos hablan de una época pasada donde hombres y mujeres valientes, lucharon por defender unas ideas, unos derechos y una libertad de la que hoy gozamos y que no siempre sabemos apreciar en su justa medida.
Llegando a la cima del Picu Pedro Garcia
Finalmente alcanzo la cima del Picu Pedro Garcia a 1.542 metros de altitud (km 10'5 - 2h:30':29") Estoy en la techo de la prueba, y mientras en mi MP3 suena el "Lucha de Gigantes" de Antonio Vega,  me detengo unos instantes  para disfrutar de las imponentes vistas que nos regala esta cumbre. En ese momento otro participante pasa a mi lado y me comenta que si me ha visto algún miembro de la organización estoy automáticamente descalificado porque está prohibido por normativa utilizar auriculares durante la carrera, y además lo recalcaron minutos antes de salir. Reconozco que he metido la pezuña hasta el fondo, primero por no haber leído el reglamento, y segundo por haber llegado tan justo a la salida como par no escuchar las recomendaciones de la organización. Como quiera que sea que el desconocimiento de la ley no te exime de su cumplimiento, asumo mi responsabilidad, guardo el dispositivo electrónico en la mochila y plenamente consciente de que si alguien lo menciona seré justamente descalificado por primera vez en mi vida, me lanzo ladera abajo tratando de disfrutar de la prueba que es a  lo que hemos venido.

Tramo final de ascensión al Picu Pedro Grcia
El tramo inicial de bajada es muy sencillo, discurre por monte bajo sin excesiva pendiente y con terreno en buen estado, enlazamos con una pista forestal, pasamos el tercer avituallamiento de la prueba en el Quéndanu (km 13,5), cruzamos una pradería pindia donde se puede correr muy rápido y de nuevo nos internamos en el bosque por una estrecho sendero donde te entierras en barro por encima de los tobillos, y como ya he mencionado previamente a mi el barro me mata porque soy un completo inútil sobre esta superficie. Tengo la sensación de haber abandona los bosques de Nembra para internarme en las selvas de Borneo, pero afortunadamente par mi  aquí no hay depredadores porque sino a la velocidad ridícula a la que me desplazo  sería una presa fácil. Cada paso es un drama porque patino más que Javier Fernández en la final olímpica de patinaje sobre hielo, con la salvedad de  que mi estilo es mucho menos depurado que el suyo. 

Descendiendo desde el Picu Pedro Garcia
Con más miedo que vergüenza voy descendiendo a una espectacular velocidad  que oscila entre los 15 y los 20 min/kms, viendo como me superan corredores sin que les pueda seguir su ritmo, hasta que finalmente llegamos de nuevo al valle, cruzamos al lado contrario corriendo unos 600 metros por carretera y comenzamos una sencilla ascensión por la lado opuesto.
Otro participante peleando por mantenerse en pie durante la bajada
Vengo muscularmnete bien y con ganas de correr así que aquí acelero y avanzo a muy buen ritmo "desdoblandome" de algunos corredores que me habían adelantado durante mi lamentable descenso. Aproximadamente ya solo 3 kms por terreno sencillo me separan de meta,  y tras un último repecho enlazamos la bajada final por un prau pindiu. Un montón de sentimientos se concentran en esos escasos 100 metros que me separan de esa linea de meta. Muchos años esperando cruzar esa pancarta, y es que llegados a este punto no importa ni el el tiempo empleado, ni el puesto conseguido, lo único que te llena de satisfacción es haber conseguido completar por fin una carrera que llevabas muchos años esperando... y entro en meta corriendo  para poder abrazarme con mi tocayu el Demonión de Nembra, el alma mater de este precioso proyecto que es Reinoastur Nembra.

El Bisonte del Carbayedo cruzando la linea de meta.
Finalmente conseguí completar los 22,4 kms de la prueba, con 3018 metros de desnivel acumulado (1509 metros positivos y 1509 metros negativos), en el puesto 101 (sobre 124 corredores en meta) con un tiempo de 4h:25':26", a 1h:56':12" de Oscar Buján Rodriguez que fue el vencedor de la prueba, y a 90 minutos de mi compañero de expedición  Alfonso Cano, al que sólo una desgraciada caída en el tramo final le privó de meterse en el TOP10 de la prueba.

Mereció la pena la espera para poder disputar esta carrera. Solo me queda darle las gracias a la organización por dejarnos disfrutar de una prueba tan fantástica como esta. Espero que no tengan que pasar otras diez ediciones para que pueda volver a correr por los montes de Nembra, que aún  sigo teniendo clavada la espina de no haber podido disputar nunca la prueba larga.

 Y ahora me tomaré una larga  temporada descanso para recuperar completamente de los problemas de gemelo, sin objetivos a la vista hasta el mes de diciembre.

Nos vemos corriendo por montaña