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viernes, 25 de enero de 2019

Carrera por montaña Matallana de Torío 2018


Son las 7 de la mañana, salgo de casa pertrechado con dos bolsas de deporte, una mochila, bastones de travesía y ropa de abrigo. Voy tan cargado que no se sabe a ciencia cierta si voy a disputar una carrera por montaña, o si  trabajo de sherpa y voy a montar el campamento avanzado en la ruta de ascenso al Annapurna. Camino del garaje me cruzo con un grupo de jóvenes que con algarabía disfrutan de la noche leonesa, y mi primer impulso es darme la vuelta y continuar de fiesta con ellos. ¡Bisonte, no ves que eres más viejo que las pinturas rupestres de Altamira, entre tanta chavalería  desentonas  más  que Tarzán de ponente en una convención internacional de telefonía móvil! ¡Tira pa'l monte que libras!.  Apenas 30 kms separan mi casa de Robles de la Valcueva, epicentro de esta prueba por la que siento un cariño especial desde que por casualidad la descubrí 4 años atrás, y donde  el ambiente es sencillamente  espectacular. Tengo tiempo para reencontrarme con  amigos y conocidos a los que no veía desde hacía mucho tiempo, ver arrancar la prueba reina y asistir al encendido de las ollas que nos suministrarán el cocido ferroviario al final de la jornada. Seis meses después me veo de nuevo en una línea de salida. Debería estar especialmente nervioso, más aún teniendo en cuenta que en los últimos 180 días solo he salido a correr en 8 ocasiones, pero estoy sorprendemente tranquilo, lo que viene a demostrar  que la ausencia de sentido común es un mecanismo ancestral de inhibición del miedo creado para afrontar retos para los que a priori no estas capacitado.

Salgo en última posición por las calles del pueblo. Voy en compañía de Óscar Gómez, otro afamado tractorista procedente de tierras madrileñas. Entre los 2 sumamos unos 206 kgs de puro musculo, vamos que somos el arquetipo estándar de corredor de montaña y estamos en Matallana compitiendo  igual que podríamos estar en el país del sol naciente disputando el campeonato japonés de sumo con los luchadores locales.
Ascensión del Calero (Foto: Óscar Garcia)
 Apenas 500 metros llanos y  comenzamos la primera ascensión de la jornada. En la ascensión  al Alto del Calero, y a pesar de subir andando, voy  adelantando  a estudiantes  del Instituto de La Robla que disputan la prueba  como actividad escolar. Una gran iniciativa para acercar a los chavales a la montaña e introducirlos en el mundo del trail. Coronamos esta primera ascensión  y enlazamos con un sendero llano entre escobas que nos conduce hasta el valle de Valdesalinas.
Bajada técnica que nos lleva a la pradería del Valle de Valdesalinas (Foto: José Rodríguez)
 Una bajada corta y técnica, que afortunadamente este año no presenta la dificultad de la última edición  por encontrarse el terreno en muy buen estado, y  donde bajo tratando de localizar  la piedra contra la que me golpee el año pasado. Llegamos al valle y afrontamos un tramo ligeramente ascendente por una amplia pradería que nos lleva hasta la Peña la Campana, lugar  donde en el pasado estuvo ubicada una ermita. Coronamos la peña, un destrepe con cuerda y alcanzamos el primer avituallamiento de la jornada  en el km 4 (47':22")
Tramo final de pradería por el Valle de Valdesalinas (foto: Juan Carlos)
Giramos a la izquierda y por un estrecho sendero comenzamos la ascensión a Coto Salón por el interior de un tupido bosque de carbayos. Por delante  una ascensión dura y constante donde debemos salvar un desnivel de unos 500 metros positivos en apenas 2,5 kms de distancia.  En el tramo final de ascensión abandonamos  la protección del bosque de robles y alcanzamos la casamata -o nido de ametralladoras de la Guerra Civil- que nos recuerda lo que sucedió en esta tierra hace apenas 80 años, acontecimientos  que por desgracia parecemos empeñados en repetir.  Es momento de detenerse a disfrutar de la preciosa vista del Picu Polvoreda (2.007 metros),  hermosa pirámide de roca caliza  que emerge sobre un mar de nubes.
Vista del Picu Polvoreda desde la cumbre del Coto Salón (Foto: Óscar Garcia)
Estoy aproximadamente en el km 6 y mi reloj marca 1h:23':24". Comienzo el descenso del Coto Salón por un camino de piedras sencillo y que discurre entre escobas. Como el terreno se encuentra en buen estado me animo a correr por primera vez en toda la prueba y con celeridad voy perdiendo altura. Llegamos de nuevo al valle, cruzamos un túnel bajo la línea del tren y afrontamos un tramo llano por carretera que nos llevan al segundo avituallamiento (km 10,5).  Comenzamos la tercera y ultima ascensión del día camino del Alto de la Cruz. Me sorprende ver que sigo con buenas piernas a estas alturas. Llevo toda la prueba en solitario y para mantener la concentración decido contar aquellos corredores a los que consigo dar alcance, y se produce una de esas extrañas paradojas del mundo animal: “los  humanos cuentan ovejas para dormir por la noche y los bisontes contamos  humanos para no dormir por el día”.
Haciéndome pasar por corredor en el tramo inicial de ascensión al Alto de la Cruz (Foto: Andrés de la Torre)
Alcanzamos la cumbre del Alto de la Cruz  donde unos voluntarios nos obsequian con jamón recién cortado. Desconozco si se trata de jamón  serrano, pata negra o si es el jamón más perrero de Carrefour, lo cierto es que me me sabe a manjar de reyes. Rápido y corto descenso hasta enlazar con el último tramo de ascenso por sendero entre bosques hasta alcanzar el Alto del Campo, giramos a la derecha y cogemos un amplio cortafuegos ligeramente descendence. Este año voy con buenas piernas y por primera vez en cuatro ediciones puedo correr. Al paso por el cartel que señala 2 kms a meta nos desvían de nuevo  y entramos en otro estrecho sendero que serpentea por el bosque. Por primera vez en la toda la carrera se me agarrota el cuádriceps de la pierna derecha. Bajo el ritmo, camino durante unos 300 metros y de nuevo comienzo a correr. Por experiencia sé que aun doliendo va aguantar hasta meta, y no quiero que me adelanten los corredores de la prueba larga, así que ese último kilómetro de descenso por pradería y de llaneo por un camino asfaltado lo hago al galope hasta conseguir completar los 13,8 km de la prueba con un desnivel acumulado de 2000 metros (1000 positivos y 1000 negativos) en  un tiempo de  2h:37:07", llegando en el puesto 92 (sobre 129 corredores),  a 1h:18' minutos del ganador que fue Santi Mezquita.

En meta puedo disfrutar de un chocolate con churros y me da tiempo a ducharme con agua caliente. Para mi que siempre  acostumbro a ser de los últimos de Filipinas en meta, y que llego cuando casi todo está ya agotado, esto es un autentico lujo, tanto que me apetece ponerme a entrenar como un loco para mejorar y llegar con los de adelante. Afortunadamente se me pasa pronto el calentón.

Como broche final de  la jornada degustamos una olla ferroviaria capaz de resucitar a un muerto. A estas alturas poco puedo contar ya que no haya dicho ya antes, además todo el que me conoce sabe que no puedo ser objetivo con esta carrera, así que solo me queda dar las gracias una vez más a Miguel, Joaquín y Camino por dejarnos disfrutar de su carrera. Ya solo queda empezar a descontar los días que faltan para la edición de 2019, que tendrá una prueba ultra especial que hará las delicias de los más aguerridos.  Si los dioses nos son propicios, volveremos a estar por estas tierras en menos de un año.

Muchas gracias a todos los corredores con los que he compartido  kilómetros, esfuerzos, aventuras, anécdotas y sufrimiento en esta temporada 2018 que toca a su fin. Nos vemos de nuevo corriendo por montaña el año próximo.