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miércoles, 8 de diciembre de 2021

Carrera de Montaña Matallana de Torío 2021

A estas alturas casi todo el mundo conoce ya como es la Carrera de Montaña  de Matallana de Torío, ha visto miles de fotos y ya ha leído decenas de crónicas y comentarios sobre la misma, así que en esta ocasión quiero escribir una crónica corta pero completamente diferente a lo habitual. He visto nacer esta prueba y la he visto crecer y evolucionar  año tras año desde esa primera edición donde tuve la suerte de descubrirla casi por casualidad, por eso es tan especial para mi, porque representa todos aquellos valores que me gustan en este deporte Conozco de primera mano el infatigable trabajo de Miguel, Camino y Joaquín para sacar adelante su carrera, las horas que le quitan al sueño,  los kilómetros y kilómetros de monte que recorren descubriendo nuevos parajes  y desbrozando a mano senderos imposibles donde sólo había monte inexplorado para disfrute de los corredores, porque esa es precisamente su única motivación, conseguir que esta pequeña y humilde carrera de pueblo sea cada año más dura y más espectacular para que los grandes protagonistas que son los corredores disfruten . Y todo lo anterior  lo hacen de manera totalmente altruista, trabajando incansablemente durante los doce meses del año, aunando voluntades de pueblos, instituciones y voluntarios, y maximizando los escasos recursos económicos de los que disponente para que al corredor no le falte absolutamente de nada, incluyendo la comida de meta, y todo ello de manera totalmente gratuita. Hasta aquí lo que todo el mundo conoce, pero es que además  la carrera representa muchas más cosas muy valiosas y que no se ven a simple vista. Esta carrera ha conseguido poner en valor el entorno natural y los pueblos del Ayuntamiento de Matallana de Torío, ha recuperado del olvido elementos con importancia histórica como el calero o la casamata de Coto Salón, ha sido pionera equiparando en  premios, relevancia y participación a hombres y mujeres, ha acercado el deporte a las nuevas generaciones promocionando y acercando la prueba a los jóvenes del instituto de La Robla, el centro educativo de los alumnos de la comarca, y todo ello sin pedir nunca nada a cambio, sin buscar rédito económico ni reconocimiento personal, y siempre dispuestos a enseñar a cualquier hora el recorrido a cualquier corredor que lo demandase.

Todo lo anteriormente expuesto es lo que hace tan especial esta pequeña obra de orfebrería realizada con gran esfuerzo y pericia, así que volver año tras año es a la vez una suerte y una obligación moral, aún sabiendo que esta carrera por su diseño y sus características es posiblemente la prueba que peor se me da del mundo entero, pero es mi carrera y así lo siento. Este año llegaba con muy buenas piernas, con la moral a tope tras la disputa de la Ultra de Sanabria y convencido de que haría una  buena carrera, pero la nieve, el barro y ese diseño de recorrido tan "asqueroso" con constantes subidas y bajadas cortas y explosivas, literalmente me llevó por delante. Y es que soy plenamente consciente de antemano que mis cualidades físicas no se adaptan a esta prueba y además, como descubrí al analizar la prueba en frio, posiblemente me equivoqué en la elección de "herraduras", escogiendo para correr  unas zapatillas antiguas con la suela muy desgastada y que hicieron que me sintiera totalmente inútil durante las casi cuatro horas que estuve en carrera, cayéndome una y mil veces, convertido en una suerte de torpe  princesa de Disney participando  en un concurso de patinaje sobre hielo para nonagenarios. Así que ha diferencia de tantas otras ocasiones, esta vez alcanzar esa meta para mi no fue una satisfacción o una experiencia gratificante, sino más bien una liberación. Han pasado 72 horas desde que finalice la prueba y, a parte de las erosiones y las heridas consecuencias de las múltiples caídas que acumulado en piernas y manos, estoy molido de los golpes y absolutamente sobrecargado a nivel muscular en brazos y resto del tren superior, algo que nunca me había pasado, fruto de las múltiples caídas y de la tensión acumulada durante la disputa de la prueba. Y es que la experiencia te enseña que lo realmente importante no es alcanzar la meta , sino disfrutar todo el camino que te ha llevado hasta ese lugar concreto, y es muy difícil disfrutar cuando a duras penas has sido capaz de mantenerte en pie y has visto  con impotencia como uno tras otro te han ido superando la practica totalidad de los corredores de la prueba sin poder seguirlos. 

Supongo que con el tiempo lo relativizaré todo y volveré a fijar en mi mente esos impresionantes paisajes nevados por los que discurrió la prueba, o esa casamata cargada de historia asomando a duras penas entre la abundante nieve, pero ahora mismo la única sensación que tengo es que esta prueba se encuentra en el límite de mis condiciones físicas y mentales, y eso partiendo de la premisa de que disputo la más sencilla de todas las modalidades (16 kilómetros). Ahora toca recuperar y reflexionar en busca de nuevos retos para el año próximo.

Nos vemos en la montaña,

Primer tramo de subida al Coto Salón

Tramo intermedio de subida al Coto Salón

Casamata situada en la cima del Coto Salón

Tramo inicial de descenso del Coto Salón

Tramo final de descenso del Coto Salón

descolgándose con cuerda en la bajada del Coto Salón

El Coto Salón de fondo

Camino de Peña Cantable

Entrando en meta

jueves, 11 de noviembre de 2021

Décimo aniversario

 Tal día como hoy en el año 2011 comencé a escribir este blog. En estos diez años muchas cosas han cambiado lo que me hace replantearme si tiene sentido que siga navegando este viejo barco a la deriva convertido en una suerte de barco pirata del Holandés Errante. Por el camino han quedado muchos kilómetros por montaña recorridos, muchas vivencias de un valor incalculable, muchos amigos con los que compartir esta aventura, mucho sufrimiento para alcanzar muchas de esas metas y un buen número de preciosos pueblos y parajes grabados a fuego en la memoria gracias a esta pequeño viaje deportivo, un viaje que me ha permitido conocer mucho mejor  mis evidentes  limitaciones y también mis fortalezas, gracias a las cuales he conseguido mantener intacto algo de lo que sentirme especialmente orgulloso y es que en 45 años de vida jamás me he retirado en ninguna carrera, con condiciones climatológicas muy adversas, con pájaras espantosas, con algún principio de  deshidratación y con los habituales problemas musculares, pero siempre he sido capaz de acabar, ese es mi pequeño gran éxito deportivo y vital. Muchas cosas han quedado por hacer, muchos retos que no he podido afrontar, no obstante eso forma parte de la evolución en la vida de las personas y como tal debe de ser asumido.

He tenido exactamente  83.263 visitas, ni una más ni una menos. No sé si son muchas o pocas, sin embargo para mi son más que suficientes y no quiero olvidarme de dar las gracias a todos y cada uno de los que habéis perdido algún  minuto de vuestro tiempo leyendo las aventuras de este eterno proyecto de corredor de montaña que nunca ha dejado de ser un senderista pretencioso.

Muchas gracias por todo y nos vemos corriendo por montaña.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Ultra Sanabria by Stages

Tras casi tres años sin ponerme un dorsal me encuentro en la salida del Ultra de Sanabria para disputar la modalidad de maratón por parejas. A priori es un reto sencillo para cualquier corredor montaña, pero para estas dos viejas glorias del atletismo, que son mucho más viejas que glorias, las dudas son enormes. Nunca hemos disputado una prueba por etapas, nunca hemos corrido de noche y mucho menos una cronoescalada por medio del monte. Si a lo anterior le sumas que personalmente llevo más de dos años arrastrando serios problemas musculares que me impiden correr más de dos días por semana y que mi compañero, que no corre por montaña normalmente, se hizo un esguince de tobillo dos semanas antes de la carrera, ya tenemos el kit completo de supervivencia para dudar  sobre si seremos capaces de completar este reto. Sin embargo, todas esas incertidumbres pesan menos que las ganas de competir y la ilusión por pasarlo bien en un entorno natural privilegiado con la disculpa de una prueba de la que nos han hablado maravillas, así que hacemos nuestro ese viejo proverbio oriental que reza: “alégrate, porque todo momento es ahora y todo lugar es aquí” y comenzamos nuestra particular aventura deportiva.


ETAPA 1:

Llegamos al monasterio de San Martín de Castañeda, dejamos la bolsa con el material de abrigo obligatorio que nos entregarán en meta y caminando por un sendero  descendente de unos dos kilómetros alcanzamos el pueblo de Vigo de Sanabria donde se ubica el comienzo de la prueba. Pasamos el control de firmas y nos colocamos en la parrilla de salida. Sin experiencia previa en pruebas nocturnas para nosotros esta etapa nos adentra en un terreno completamente desconocido. 

Nervios, incertidumbre y tensión se entrelazan, tanto que a punto estamos de salir con los frontales apagados. A las 22:20 de la noche  nos dan la salida y, pese que habíamos acordado salir tranquilos, arrancamos en estampida como los toros saliendo de toriles en los San Fermines tras oír el chupinazo.  Medio kilómetro llano por las calles del pueblo, cruzamos el puente sobre el arroyo Forcadura  e iniciamos  la ascensión por el cañón del mismo nombre. 

En la más absoluta oscuridad y sin ninguna referencia lumínica por delante, transitamos primero por un camino empinado, pero en buen estado que poco a poco se complica con mucha piedra y un firme irregular. Concentrados y mirando al suelo en todo momento devoramos metros positivos. De repente vemos luces en sentido contrario. Son organizadores evacuando un corredor accidentado. Nos apartamos a un lado y esperamos a que pase la camilla. Un poco más arriba cruzamos un puente de piedra (kilómetro 2’8 aprox) y el trazado cambia completamente entrando en un terreno menos pendiente y mucho más llevadero.


En ese momento nos adelanta una pareja de corredores zamoranos que por suerte para nosotros nos harán de liebres hasta casi la línea de meta. Con la referencia de la pareja zamorana el ascenso es más sencillo, pues al menos tenemos referencia sobre el trazado y no tenemos que andar tan concentrados en la búsqueda de balizas, algo que no impide que nos perdamos unos kilómetros más arriba, aunque por suerte apenas nos desviamos unos 50-100 metros del sendero original. Este tramo intermedio combina tramos de pradería  con turberas y algún pequeño agujero fruto del paso del ganado, con firme irregular y algunos charcos donde sino andas fino te entierras en agua y barro por encima del tobillo. 

Cambiamos de nuevo de tercio al enfrentarnos a un repecho de unos 500 metros mucho más duro y de mayor pendiente donde no tenemos piernas y somos incapaces de seguir el ritmo de nuestros compañeros zamoranos, quienes se alejan de nosotros unos 100 metros. Otra vez a oscuras y en soledad seguimos ascendiendo, de repente al paso por el km 6  giramos a la izquierda y entramos en un tramo de pista ligeramente ascendente que bordea una Laguna de los Peces que somos incapaces de vislumbrar. Sorprendentemente nuestras piernas vuelan en esta nueva superficie y realizamos un último kilómetro corriendo a ritmos muy elevados que nos permiten alcanzar de nuevo a la pareja zamorana y superar incluso a algún otro corredor hasta alcanzar la ansiada línea de meta, tras superar los 7 kms de distancia con unos 625 metros positivos (datos de mi GPS), con un tiempo de 1h:05’:09”, lo que nos sitúa en una inesperada  posición 17 sobre 47 participantes en la categoría.

Nos cambiamos de ropa y esperamos el autobús que nos debe de bajar de nuevo a San Martín de Castañeda dónde cogemos nuestro vehículo para volver al hotel. Una ducha caliente para relajar y nos metemos en la cama a las 01:30 de la noche con la omnipresente duda de cómo nos van a responder las piernas a la mañana siguiente.


ETAPA 2:

Llegamos al Monasterio San Martin de Castañeda, pasamos el control de firmas y entramos al cercado de la salida con apenas cinco minutos de margen sobre la hora de salida. Han pasado menos de 12 horas desde la etapa previa y vamos con mucho respeto. Mi compañero Jesús no sabe cómo le va a responder hoy  el tobillo y yo tengo dudas más que razonables sobre si podré aguantar muscularmente la etapa, pero es lo que hay. Tras una emocionante cuenta atrás dan la salida y la gente sale disparada. Hoy compartimos carrera varias pruebas diferentes  y hay muchos corredores. Nosotros nos hallamos muy atrás y eso nos condiciona mucho la disputa de la prueba ya que no podemos fijar nuestro propio ritmo de carrera durante los primeros kilómetros de la prueba.


Salimos cuesta bajo por la carretera de la Laguna de los Peces  hasta que nos desviamos a la derecha por el sendero del Preventorio, una bajada sencilla y muy rápida que nos deja en la orilla del Lago de Sanabria a la altura de la playa de Folgoso.  ¡Ufff! Merece la pena detenerse un segundo porque las vistas son sencillamente espectaculares. Una hilera interminable de corredores avanza por un sendero que transita uniendo varias playas y que solo permite circular en fila de a uno, así que solo queda tener paciencia y seguir el ritmo que te marca esta inmensa serpiente multicolor. 



Salimos a la carretera y por fin podemos correr de nuevo y a un ritmo bastante elevado, un breve tramo por sendero de aproximadamente un kilómetro y a la altura del  abandonado Balneario de Bouzas, giramos a la izquierda y alcanzamos el primer avituallamiento del día (km 5’5 aprox). Aquí comienza la primera ascensión de la jornada. Un tramo inicial de falso llano por caminos y prados hasta alcanzar el viejo camino tradicional de Quintana de Sanabria que es muy sencillo y por el que se puede ir muy rápido, para enlazar  posteriormente con la Calzada Sanabresa.  En este tramo sufro el primer amago de calambre en el gemelo izquierdo y todavía estamos muy lejos de meta, así que nos vemos obligados a bajar drásticamente el ritmo y comenzamos a caminar para cuidar piernas. Coronamos,  llegamos a la Laguna de Carros donde se ubica el segundo avituallamiento (km 11,6 aprox) y comienza el descenso  a Ribadelago por una preciosa bajada entre bosques por un camino ancho de piedra que no es complicado y donde me escapo de mi compañero que baja con mucha precaución por culpa de su maltrecho tobillo. Llegamos abajo y entramos en Ribadelago Nuevo, desde aquí un tramo llano nos lleva hasta Ribadelago Viejo (km 14).  Mi gemelo me da un segundo aviso por lo que este  cómodo y rápido tramo llano de apenas un kilómetro lo debemos hacer andando. En Ribadelago Viejo (km 15,1) se ubica el tercer avituallamiento de la etapa. Desde aquí otro kilometro llano por un camino de tierra y tras cruzar el puente sobre el arroyo de Sorribas comienza la segunda ascensión por el camino de los Monjes. Una vez más ascendemos por un viejo camino de piedra que serpenteante por el medio de un bosque de robles centenarios. Nosotros vamos muy justos, pero el resto de corredores no parecen ir mucho mejor, así que  desfilamos  todos en fila en una interminable procesión de animas. Llegando arriba, justo donde las vistas sobre el lago se vuelven majestuosas, el gemelo que ya  me había dado dos avisos previos, directamente se agarrota  y tengo que detenerme en seco a estirar agarrado a una piedra. ¡Uff! Solo quedan tres kilómetros a meta, pero sin poder correr me temo que estos 300 metros se  van a hacer eternos. 


Un último tramo llano con unas privilegiadas  vistas al Lago de Sanabria, coronamos a la altura del Refugio de Montaña de San Bernardo y ya sólo quedan 1500 metros cuesta abajo camino de la meta por una bajada cómoda y muy rápida.  Intento correr apoyándome en los bastones y cambiando la forma de impulsar para no forzar mis acalambrados gemelos y pasa lo que tiene que pasar, que se me acalambra el cuádriceps de la pierna opuesta. El drama muscular se convierte en tragedia griega. Últimos 300-400 metros por las calles del pueblo, bajo las escaleras caminando como Chiquito de la Calzada, rodeo el monasterio y entro  en meta reptando como una autentica culebra.

Al final completamos los 20 kms de la etapa con 1480 metros de desnivel acumulado (740 m positivos y otros tantos negativos) con un tiempo de 2h:21’:51” en un nuevamente inesperado  puesto 12 sobre 47 participantes. El problema es que con estas piernas tan castigadas es materialmente imposible salir a correr mañana, así que toca esperar pacientemente turno en el taller –servicio de fisioterapia- para ver si  los mecánicos de la prueba son capaces de arreglar los amortiguadores de este viejo y castigado “tractorista”. Confiamos en que el  equipo de fisíos con sus expertas manos  pueda hacer magia y doy fe que la hicieron. Como quiera que sea,  lo sucedido nos ha cambiado completamente los planes de la jornada, pues pensábamos ir a pasar la tarde a Bragança y ya no es posible. Nos zampamos un cachopo reparador -mención especial merece el fantástico menú del corredor dispuesto por la organización en múltiples restaurantes de la comarca , así como la fantástica gastronomía sanabresa- a eso de las cuatro y media de la tarde  de la tarde y decidimos volver a la habitación  a tirarnos lo que resta de día en la cama como auténticos  dragones de Komodo para intentar recuperar.


ETAPA 3:

Me noto tan cansado que apenas soy capaz de dormir la noche del sábado, además no me atrevo ni a girarme en la cama por miedo a que se me suba un gemelo o se me agarrote un cuadriceps, así que paso la noche más quieto que una momia del antiguo Egipto y a las 6 de la mañana ya estoy despierto. Nos levantamos temprano, hacemos  la maleta y bajamos a desayunar. Bajar las escaleras desde un primer piso ya me indica lo extremadamente cargadas que tengo las patas. Llegamos de nuevo al punto de salida  en el Monasterio de San Martín de Castañeda, pasamos el control de firmas y nos situamos en el box de salida.

 El ambiente es espectacular y de repente me veo saltando con los brazos en alto animado por las palabras del spekae. Mi compañero me mira incrédulo y me dice algo así como tú eres medio gilipollas, hace un momento no podías casi ni moverte y ahora te pones a saltar poseído por algún  extraño espíritu sanabrés. A las 9:00 suena el pistoletazo de salida y todos a correr (en nuestro caso caminar). ¡Alea iacta est! A ver cómo nos arreglamos para llegar a meta. 
Por las calles del pueblo salimos cuesta arriba deshaciendo el tramo final del día previo. Un kilometro y medio de ascensión hasta alcanzar el Refugio de Montaña de San Bernardo  y comienza el descenso por el camino de los Monjes. Es curioso cómo cambia la percepción en apenas 24 horas,  pero la bajada me parece más sencilla y mucho menos pendiente de lo que me pareció la ascensión en la jornada previa pese a ser exactamente la misma. Poco a poco nos van adelantando gente,  hasta llegar al tramo final donde pierdo de vista a mi compañero y al esperarle en menos de 500 metros me pasan no menos de 25 corredores, dos tejones, una ardilla y hasta me pareció ver pasar un armadillo. Cruzo el puente sobre el arroyo de Sorribas   y allí aparece mi compañero esperando. Un kilómetro llano por el que empezamos a correr muy muy rápido adelantado a  todo esos corredores  que nos habían adelantado bajando, y es que aparentemente somos un caso digno de estudio, somos los dos únicos corredores de  toda la historia del trail que somos igual de malos subiendo que bajando y solo corremos en llano, lo que viene a ser que más que corredores de montaña, somos corredores de llanura. Pasamos sin detenernos por  Ribadelago Viejo, primer avituallamiento del día (km 4’5), Otro tramo llano  y enfilamos  el duro  y técnico ascenso de la jornada por el impresionante Cañón del Tera.



Una subida muy dura por un terreno de rocas de gran tamaño con pequeños trepes y destrepes que te obligan a  usar las manos. El paisaje es sencillamente abrumador, con pozas de agua trasparente y alguna cascada de gran belleza. A medida que ascendemos vamos  saliendo del mar de nubes  que envuelve el cañón, y  al paso por la Cueva de San Martín (km 9) abandonamos el río Tera y ascendemos por una senda dura pero mucho más llevadera.



En este tramo de ascensión me tomo mi última pastilla de magnesio y rezo para que mis maltrechas piernas aguanten hasta meta. En el kilómetro 11 a cota 1620 metros de altitud encontramos el segundo avituallamiento de la jornada situado en el paraje conocido como Arroyo de Bouzas. De aquí a meta quedan en teoría unos 5’5 kilómetros y son todos cuesta abajo, es decir, podríamos llegar a meta aunque fuera rodando. Saliendo del avituallamiento vemos  un corredor esprintando como una gacela y le pedimos a la organización que nos de beber lo mismo que al susodicho. El tramo inicial es casi llano y de nuevo corremos  muy, muy rápido, viviendo eso que en ciclismo se conoce como “el minuto bueno”(parece que los organizadores  si nos han dado la misma agua milagrosa), pero pasa lo inevitable , me vuelve a dar un trallazo en el basto interno del cuádriceps dañado de la jornada previa y debo de quedarme agarrado a una piedra en mitad de una pradería estirando mientras veo con impotencia como nos superan corredores. De aquí a meta me temo que nos va a pasar lo mismo de la jornada previa. Como la experiencia es un grado y esto ya lo he vivido antes, meto los dedos en el musculo tratando de deshacer el enorme nudo que se ha formado y arrancamos andando por este sencillo terreno.  Poco a poco nos vamos animando y empezamos a combinar caminar y correr. ¡Falta poco a meta y ya es todo cuesta abajo, ya lo tienes! Es increíble cómo funciona la mente humana, con este sencillo mantra nos venimos arriba y empezamos a correr tramos cada vez más rápido hasta alcanzar el pueblo, bajamos las escaleras del monasterio y alcanzamos esta meta que tanto esfuerzo nos ha costado.


Al final completamos los 16’8 kilómetros de la etapa con 1670 metros de desnivel acumulado (835 positivos y otros tanto negativos según  mi GPS) en un tiempo de 2h:34’:03” alcanzando el puesto 14 de la etapa, lo que nos permite completar la maratón en un tiempo de 6h:01’:03” alcanzando un inesperado e impensable puesto 11 de la general, algo que no está mal para estos dos dinosaurios cuyas patas totalizan casi 100 años de existencia en su conjunto.


CONCLUSIONES:

No me gustaría finalizar la crónica sin una breve reflexión personal. Sanabria es como ese viejo baúl del abuelo que permanece escondido y cubierto de polvo en el desván de una vieja casa de pueblo hasta que un buen día alguien lo abre y descubre que esta lleno de tesoros de incalculable valor emocional, y La Ultra de Sanabria es precisamente la llave que permite abrir ese misterioso y olvidado arcón. La comarca de Sanabria es una auténtica joya, un paraíso natural que aúna paisaje y paisanaje, gastronomía y tradiciones, cultura e historia, un lugar que bien merece una visita, así que mientras brindamos con una cerveza artesanal zamorana, que no puede tener otro nombre que Sanabria, nos conjuramos para poder regresar el año próximo y disfrutar de nuevo del Ultra de Sanabria en alguna de sus múltiples modalidades, una prueba que dado su espectacular nivel organizativo, el entorno privilegiado donde se desarrolla y el esmerado cuidado al corredor, es muy posible que en los próximos cinco años  se acabe convirtiendo en una prueba de referencia nivel nacional y europeo.



Nos vemos en la montaña.