A estas alturas casi todo el mundo conoce ya como es la Carrera de Montaña de Matallana de Torío, ha visto miles de fotos y ya ha leído decenas de crónicas y comentarios sobre la misma, así que en esta ocasión quiero escribir una crónica corta pero completamente diferente a lo habitual. He visto nacer esta prueba y la he visto crecer y evolucionar año tras año desde esa primera edición donde tuve la suerte de descubrirla casi por casualidad, por eso es tan especial para mi, porque representa todos aquellos valores que me gustan en este deporte Conozco de primera mano el infatigable trabajo de Miguel, Camino y Joaquín para sacar adelante su carrera, las horas que le quitan al sueño, los kilómetros y kilómetros de monte que recorren descubriendo nuevos parajes y desbrozando a mano senderos imposibles donde sólo había monte inexplorado para disfrute de los corredores, porque esa es precisamente su única motivación, conseguir que esta pequeña y humilde carrera de pueblo sea cada año más dura y más espectacular para que los grandes protagonistas que son los corredores disfruten . Y todo lo anterior lo hacen de manera totalmente altruista, trabajando incansablemente durante los doce meses del año, aunando voluntades de pueblos, instituciones y voluntarios, y maximizando los escasos recursos económicos de los que disponente para que al corredor no le falte absolutamente de nada, incluyendo la comida de meta, y todo ello de manera totalmente gratuita. Hasta aquí lo que todo el mundo conoce, pero es que además la carrera representa muchas más cosas muy valiosas y que no se ven a simple vista. Esta carrera ha conseguido poner en valor el entorno natural y los pueblos del Ayuntamiento de Matallana de Torío, ha recuperado del olvido elementos con importancia histórica como el calero o la casamata de Coto Salón, ha sido pionera equiparando en premios, relevancia y participación a hombres y mujeres, ha acercado el deporte a las nuevas generaciones promocionando y acercando la prueba a los jóvenes del instituto de La Robla, el centro educativo de los alumnos de la comarca, y todo ello sin pedir nunca nada a cambio, sin buscar rédito económico ni reconocimiento personal, y siempre dispuestos a enseñar a cualquier hora el recorrido a cualquier corredor que lo demandase.
Todo lo anteriormente expuesto es lo que hace tan especial esta pequeña obra de orfebrería realizada con gran esfuerzo y pericia, así que volver año tras año es a la vez una suerte y una obligación moral, aún sabiendo que esta carrera por su diseño y sus características es posiblemente la prueba que peor se me da del mundo entero, pero es mi carrera y así lo siento. Este año llegaba con muy buenas piernas, con la moral a tope tras la disputa de la Ultra de Sanabria y convencido de que haría una buena carrera, pero la nieve, el barro y ese diseño de recorrido tan "asqueroso" con constantes subidas y bajadas cortas y explosivas, literalmente me llevó por delante. Y es que soy plenamente consciente de antemano que mis cualidades físicas no se adaptan a esta prueba y además, como descubrí al analizar la prueba en frio, posiblemente me equivoqué en la elección de "herraduras", escogiendo para correr unas zapatillas antiguas con la suela muy desgastada y que hicieron que me sintiera totalmente inútil durante las casi cuatro horas que estuve en carrera, cayéndome una y mil veces, convertido en una suerte de torpe princesa de Disney participando en un concurso de patinaje sobre hielo para nonagenarios. Así que ha diferencia de tantas otras ocasiones, esta vez alcanzar esa meta para mi no fue una satisfacción o una experiencia gratificante, sino más bien una liberación. Han pasado 72 horas desde que finalice la prueba y, a parte de las erosiones y las heridas consecuencias de las múltiples caídas que acumulado en piernas y manos, estoy molido de los golpes y absolutamente sobrecargado a nivel muscular en brazos y resto del tren superior, algo que nunca me había pasado, fruto de las múltiples caídas y de la tensión acumulada durante la disputa de la prueba. Y es que la experiencia te enseña que lo realmente importante no es alcanzar la meta , sino disfrutar todo el camino que te ha llevado hasta ese lugar concreto, y es muy difícil disfrutar cuando a duras penas has sido capaz de mantenerte en pie y has visto con impotencia como uno tras otro te han ido superando la practica totalidad de los corredores de la prueba sin poder seguirlos.
Supongo que con el tiempo lo relativizaré todo y volveré a fijar en mi mente esos impresionantes paisajes nevados por los que discurrió la prueba, o esa casamata cargada de historia asomando a duras penas entre la abundante nieve, pero ahora mismo la única sensación que tengo es que esta prueba se encuentra en el límite de mis condiciones físicas y mentales, y eso partiendo de la premisa de que disputo la más sencilla de todas las modalidades (16 kilómetros). Ahora toca recuperar y reflexionar en busca de nuevos retos para el año próximo.
Nos vemos en la montaña,
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Primer tramo de subida al Coto Salón |
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Tramo intermedio de subida al Coto Salón |
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Casamata situada en la cima del Coto Salón |
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Tramo inicial de descenso del Coto Salón |
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Tramo final de descenso del Coto Salón |
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descolgándose con cuerda en la bajada del Coto Salón |
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El Coto Salón de fondo |
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Camino de Peña Cantable |
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Entrando en meta |
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